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Abjuración del arzobispo de Toledo fray Bartolomé Carranza delante de Gregorio XII a la Congregación de la Inquisición de los errores que le averiguaron.
Manuscrito del último tercio del siglo XVI
Bartolomé Carranza (1503–1576) fue un destacado teólogo y arzobispo navarro, conocido por su papel en los debates religiosos del siglo XVI y por ser una figura central en uno de los procesos inquisitoriales más largos y controvertidos de la historia española.
Nacido en Miranda de Arga, Navarra, Carranza ingresó en la orden de los dominicos, destacando rápidamente por su brillantez intelectual. Fue profesor en la Universidad de Valladolid, donde enseñó teología y abrazó las ideas de la reforma católica impulsadas por el Concilio de Trento. En su carrera, estuvo comprometido con la defensa del catolicismo frente a la Reforma protestante, participando en importantes debates teológicos y asumiendo roles de liderazgo, incluyendo su nombramiento como arzobispo de Toledo en 1558.

Sin embargo, su prestigio se vio ensombrecido por acusaciones de herejía. En 1559, la Inquisición española inició un proceso contra Carranza debido a sospechas de que sus escritos, especialmente su
Comentario sobre el Catecismo Cristiano, contenían ideas heterodoxas influenciadas por el protestantismo. Aunque Carranza era un defensor ferviente del catolicismo, su lenguaje accesible y la
manera en que presentaba conceptos como la salvación y la justificación despertaron recelos en un clima de extrema vigilancia religiosa.
El proceso inquisitorial fue extraordinariamente largo, durando 17 años. Carranza fue encarcelado en Valladolid y más tarde trasladado a Roma, donde el papa Pío V asumió el caso para evitar tensiones entre la Inquisición española y la Santa Sede. Durante este tiempo, Carranza sufrió privaciones y desgaste físico, pero mantuvo su inocencia.
Finalmente, en 1576, el papa Gregorio XIII emitió una sentencia ambigua: Carranza fue rehabilitado como arzobispo, pero obligado a residir en Roma y cumplir una leve penitencia. Murió pocos días después de conocer el fallo, agotado por los años de cautiverio.
El caso de Carranza ilustra las tensiones entre el celo por la ortodoxia y las interpretaciones divergentes dentro de la Iglesia Católica en un momento de grandes transformaciones religiosas y políticas. Su figura sigue siendo objeto de debate, considerada por algunos como un mártir de la intolerancia religiosa y, por otros, como una víctima de las intrigas del poder eclesiástico.
El presente manuscrito, del último tercio del siglo XVI se trata de una de las escasas y raras copias de las abjuraciones a las que se vio sometido Bartolomé de Carranza, que fueron las siguientes:
1.ª Que todas las obras hechas sin caridad son pecados y ofenden a Dios.
2.ª Que la fe es el primero y principal instrumento para la justificación.
3.ª Que por la justificación y los méritos de Cristo el hombre se hace formalmente justo.
4.ª Que nadie alcanza la justicia de Cristo si no cree con cierta fe especial que la ha alcanzado.
5.ª Que los que viven en pecado moral no pueden entender la Sagrada Escritura ni discernir las cosas de la fe.
6.ª Que la razón natural es contraria a la fe en las cosas de religión.
7.ª Que el fomes del pecado permanece en los bautizados debajo de la propia razón de pecado.
8.ª Que el pecador, cuando pierde por el pecado la gracia, pierde también la verdadera fe.
9.ª Que la Penitencia es igual al Bautismo, y no viene a ser otra cosa que una vida nueva.
10.ª Que Cristo nuestro Señor satisfizo tan eficaz y plenamente por nuestros pecados, que ya no se exige de nosotros ninguna otra satisfacción.
11. Que sola la fe sin las obras basta para la salvación.
12. Que Cristo no fué legislador ni le convino dar leyes.
13. Que las acciones y obras de los santos nos sirven sólo de ejemplo, pero no pueden ayudarnos.
14. Que el uso de las imágenes y la veneración de las sagradas reliquias son leyes meramente humanas.
15. Que la presente Iglesia no tiene la misma luz y autoridad que la primitiva.
16. Que el estado de los Apóstoles y religiosos no se diferencia del común estado de los cristianos.
Además, el manuscrito contiene las 32 promesas o juramentos que realizó como penitencia y promesa de rectitud canónica. No son muy conocidos e ilustran el estado emocional resultante de su largo y tortuoso proceso inquisitorial en el que fue defendido por el sabio navarro Martín de Azpilcueta.