
Ejecutoria de hidalguía de antonio Salazar de Miranda, vecino de la villa de Ocaña (Toledo)
Manuscrito en pergamino y encuadernación en terciopelo
Como es habitual, al tratarse de un libro que constituye la pruebacon que el hidalgo y sus familiares demostrarán su nobleza, este documento judicial se presenta en lujosa copia manuscrita en pergamino y encuadernación en terciopelo, bellamente ornamentada, con ilustraciones que incluyen el escudo de armas del hidalgo. Al margen de su valor artístico, las ejecutorias de este tipo aportan una interesante información no sólo sobre la biografía y la genealogía del hidalgo — en este caso, miembro de una rama secundaria del linaje de los Salazar-,sino sobre un estamento de la baja nobleza tan característico del tejido social de la Corona de Castilla delSiglo de Oro como son los hidalgos.

El volumen contiene el pleito incoado a petición de Antonio de Salazar de Miranda en 11 de febrero de 1535 en Granada, ante el tribunal de los alcaldes de los hidalgos y notario del reino de Toledo, contra el doctor Sancho de Nebrija,procurador fiscal de su majestad sobre este personaje véase más abajo, y contra las autoridades municipales de Ocaña (concejo, justicia, regidores, oficiales y hombres buenos). Salazar solicita que se le reconozca la condición de hidalgospropia y de sus antecesores inmediatos y deno ser pecheros, lo quele eximede la obligacióndel pago de tributoso «pechos» reales. La argumentación del solicitante se basa en la presentación de escrituras, no incluidas en el presente volumen,y en la copia de las declaraciones en tercera persona de once testigos, la mayoría de ellos de edad avanzada, recogidas in situ por los alcaldes de los hidalgos y notario y por su escribano y receptor de la Audiencia de Valladolid Juan de Castañeda.
Los testigos aportados por Salazar son pecheros e hidalgos delas siguientes localidades de Toledo y Burgos relacionadas con Salazar y su familia: Ocaña, Corral de Almaguer, Oña, Frías y Quintana Martín Galíndez. El pleito finaliza con sentencia favorable a Salazar, por la que se le reconoce la condición de hidalgo y la exención de «pechar», y se ordena que se le restituyan los bienes cobrados o embargados por las autoridades de Ocaña hasta entoncespor este concepto.Sigue la ejecutoria propiamente dicha por la que se comunica y se ordena ejecutar la sentencia anterior, con firma autógrafa de los alcaldes de los hidalgos, el doctor Messía y los licenciados Morillas y de Ávila.
A lo largo de las declaraciones testificales se dibujaun interesante retrato de tres generaciones de hidalgos castellanos de una rama menor del linaje de Salazar de Frías. Según varios testigos, en su juventud el solicitante, Antonio de Salazar de Miranda, había estado al servicio del duque de Maqueda y de su hijo Gutierre de Cárdenas, en la casa que el duque poseía en Ocaña (palacio de Cárdenas), y había sido alcaide de la fortaleza de Oreja en nombre del citadodon Gutierre. Los testigos de más edaddan fe de la condición de hidalgos y de que nunca fueron pecheros su padre, Fernando (Sáinz o Sánchez) de Miranda, casado con María Alonso de Salazar, y su abuelo, Ruy Sáinz de Miranda, casado con Teresa de Angulo.Del abuelo se afirma que vivía en Oña;había servido como capitán de hombres de armas procedentes de esta población en tiempos del rey Fernando el Católico,a raíz de una incursión contra los partidarios del rey de Portugal en Burgos, es decir, como hidalgo había cumplido con la obligación de acudir al auxilio del monarca;murió en esta ciudad yfue enterrado en el monasterio de Oña, «en la claustra» o «capilla de los Condes, donde no se enterrava ninguno, por ser sepulturas muy antiguas de los condes de Castilla e muy honradas, e que por aquello creýa este testigo que si no fuera hidalgo e muy honrrado hombre, que no le enterraran allí nin le fizieran tanta honrra» (fol. 14);sobre la cuestión de la sepultura, otro testigo añade que Ruy Sáinz yacía «juncto a una sepultura del conde don Gonçalo Salvador o Salvadores [i.e. Salvadórez], que se llamava por otro nombre el conde don Gonçalo de las Quatro Manos, segund parece en el rétulo de su sepultura» (fol. 16), y un tercero reconoce que el entierro había sido objeto de críticas por parte de algunos por ser tan antiguos y de tan señalados personajeslos sepulcros condales del dicho monasterio (fol. [21-21v]). El padre,Fernando de Miranda, había vivido siempre en Oña, aunque había contraído matrimonio en Miranda de Ebro, lugar de procedencia de su esposa; murióen Oña, donde nació y se crió el solicitante.
Salazar de Miranda y sus antepasados eran tenidos «por naturales e descendientes de la casa de Salazar que se dizía la casa de Gonçalo Garçía de Salazar, de Quintana Martín Galíndez, que hera a una legua e de la tierra e jurisdición de la dicha ciudad de Frías, que hera casa de mayoradgo, e tenida e conoscida en la dicha ciudad e su tierra e comarcas pública e notoriamente por casa e solar conoscido de hidalgos del appellido e nombre de los Salazares»(fol. [23-23v]).Como tales, los miembros de la familia del solicitante eran tratados como parientes por los individuos más importantes de esta otra rama del linaje, Gonzalo García de Salazar y su hijo Gutierre de Salazar, y traían como armas las trece estrellas de los Salazar, según se observaen el cuartel superior izquierdo del escudo del solicitante (fol. 1v).
Finalmente, destacamos la presencia en el documento, actuando como procurador fiscal del emperador, de una figura importante para la historia de la imprenta andaluza del siglo XVI, Sancho de Nebrija o «Librixa»(¿Salamanca, 1480? – Granada, 1556), hijo del célebre humanista y gramático Antonio de Nebrija (Lebrija, ¿1444? – Alcalá de Henares, 1522).
Sancho había estudiado en Bolonia. Aunque ejerció varios cargos públicos (gobernador de las Canarias, fiscal y alcalde del crimen en la Chancillería de Granada), es más conocido por su faceta de impresor en Granada, donde juntamente con su hermano Sebastián estableció una imprenta en 1534 con el objetivo de ofrecer ediciones fiables de la producción desu padre y controlar su difusión, aunque el catálogo de la imprenta granadina estaba abierto a obras de encargo. Parece haber tenido un papel de socio capitalista en la gestión de la imprenta.